como llegaron los invasores Españoles al territorio wayuu

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¿Cómo llegaron los españoles invasores a la Gran nación wayuu?

     Antes de emprender el viaje regresivo a través de la literatura les ruego leer una y otra vez las fechas y los nombres de los invasores, que diezmaron a los primeros habitantes del Gran pueblo Wayuu, cuyo pecado era poseer las riquezas naturales de estas tierras, fueron apresados  y vendidos como esclavos hacia la Europa “culta”, acusados de antropófagos, ,cuando en realidad somos caribes, la excusa era, alegando que éstos eran caribes, caníbales o se habían opuesto al tráfico pacífico con los españoles o a la predicación cristiana. ( ¿)
Hojeamos lo que escribe el historiador Colombia Jorge Orlando Melo
Bogotá, mayo de 1992, con relación a lo refutado…

      Los primeros españoles que vieron las costas de Colombia fueron Alonso de Ojeda(1499-1500), que acompañó a Colón, y Juan de la Cosa y Américo Vespucio, que recorrieron el norte de Venezuela y llegaron hasta la península de la Guajira, primera parte del país en ser descubierta. En 1501 Rodrigo de Bastidas descubrió las bocas del río Magdalena y la bahía de Cartagena, acompañado del propio Juan de la Cosa. La primera carta del litoral fue levantada por Juan de la Cosa entre 1492 y 1510.
Las primeras expediciones a la Costa Atlántica

       Colón dirigió la primera expedición que tropezó con el continente americano, en 1498, durante su tercer viaje, cuando desembarcó en costas de lo que hoy es Venezuela. Desde este momento comenzaron los marineros españoles a realizar viajes de exploración para conocer las costas del Caribe y explorar la nueva tierra firme.

      A. Viajes iniciales

 Las primeras expediciones que vieron tierra colombiana fueron pequeñas y al comienzo buscaban sobre todo comerciar con los indios, buscar perlas y objetos de oro y a veces capturar a los nativos para llevarlos como trabajadores esclavos a las Islas de las Antillas. Los más conocidos de estos viajes fueron los siguientes:

     Viaje de Alonso de Ojeda: En 1499 uno de los capitanes que había acompañado a Colón en la conquista de Santo Domingo, Alonso de Ojeda, salió de España con una expedición de las que hacían parte dos importantes geógrafos: Juan de la Cosa y Américo Vespucci. Esta expedición, después de recorrer las costas venezolanas, llegó a la Guajira y le dio el nombre al Cabo de la Vela. Ojeda consiguió perlas, oro y algunos esclavos indios. Fue la primera vez que los europeos vieron tierra de nuestro país, y además Juan de la Cosa hizo un mapa que fue el primero en el que se pudo ver una representación de un trozo de la actual Colombia.

       Viaje de Rodrigo de Bastidas. En 1501 una nueva expedición, con dos barcos dirigidos por el sevillano Rodrigo de Bastidas, en la que también estaba Juan de la Cosa, llegó a la Guajira y siguió hacia el occidente. Descubrieron la desembocadura de un gran río al que llamaron de la Magdalena, y a los indios que vivían donde hoy quedan Cartagena y Santa Marta. Parece que llegaron hasta Urabá y lograron conseguir oro, perlas y algunos indios. Cerca a la Sierra Nevada dejaron un español con los indígenas, para que aprendiera a hablar su idioma.

     Otros viajes. En los años siguientes hicieron nuevos viajes Alonso de Ojeda (1503 y 1506), Cristóbal y Luis Guerra (1504 y 1506). Pero el más importante de todos fue el de Juan de la Cosa de 1504: sacó cargamentos de Palo Brasil, una madera que servía para preparar una tintura; encontró los restos de una expedición de Cristóbal Guerra en Cartagena: a Guerra lo habían matado los indios; capturó unos 600 indios esclavos en la isla de Codego (¿Tierra Bomba?); asaltó Isla Fuerte y el pueblo de Darién. Luego encallaron y estuvieron abandonados ocho meses, y se devolvieron hasta cerca del río Magdalena. El hambre fue tanta, que los españoles "mataron un indio que tomaron y asaron la asadura y la comieron, y pusieron a cocer mucha parte del indio en una grande olla para llevar que comer en el batel", según escribió Gonzalo Fernández de Oviedo, un español que vivió en la región unos diez años después. (¿)
Según el mismo Oviedo, estos exploradores tenían la intención, no de "servir a Dios ni al Rey, como de robar", (…)

      La violencia de estos viajes muestra un cambio en la forma de relación entres indios y españoles. Al comienzo, los indígenas recibían con curiosidad a los recién llegados, y les cambiaban perlas y objetos de oro por tijeritas, espejos, y otros productos llamativos de España. Pero el hábito de los españoles de capturar indios para llevárselos como esclavos y la violencia con que algunos trataban de obligar a los indios a darles oro -Cristóbal Guerra, por ejemplo, apresó un cacique y no lo soltó hasta que la comunidad le dio su peso en oro-, hicieron que los indígenas empezaran a recibir a los españoles usando sus armas: arcos y flechas envenenadas, sobre todo. La reina Isabel, además, había dado permiso de coger a los indios de Cartagena como esclavos, porque no habían querido "ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, ni estar a su servicio y obediencia". 
     En todo caso, con base en este permiso comenzaron a aparecer expediciones esclavistas, que respondían además a las necesidades de mano de obra que se hacían sentir con fuerza en La Española.
De pocas de ellas tenemos informes claros, pues las que salían de La Española no dejaban registro, como las que pasaban por Sevilla. De éstas, tenemos noticia de la expedición de Cristóbal y Luis Guerra, quienes -en palabras de Las Casas- "llegaron a cierta provincia y creo que fue entre lo que llamamos ahora Santa Marta y Cartagena".
      Allí fueron bien recibidos por los indios, pues éstos "no habían experimentado por allí las obras de los nuestros". Guerra decidió apresar al cacique y lo hizo rescatar por un cesto de oro, que agotó el metal que tenían los indios; el botín fue de cerca de 30.000 pesos oro. Entre tanto, en junio de 1504, salió de España la nueva expedición de Juan de la Cosa, en cuyos beneficios participaba la Corona misma. Recorrieron la costa venezolana, donde cargaron palo brasil y siguieron a Cartagena, donde encontraron la expedición de los Guerra. Cristóbal había sido muerto por los indios, y el resto estaba enfermo y con deseos de regresar a España. La Cosa, para completar su cargamento, que acordó despachar con la expedición de Guerra, hizo asaltar la isla de Codego y capturar 600 indios, que se despacharon a España, con excepción de algunos que conservó La Cosa o se soltaron por "flacos o viejos". Uno de los buques se perdió, luego, con el botín del rescate del cacique. La Cosa siguió al occidente, luego de asaltar la Isla Fuerte. Llegó al pueblo de Urabá, en el oriente del golfo, y se apoderó de él; según los informes logró más de $ 3.500 de oro, aunque Gonzalo Fernández de Oviedo sostiene que debieron de ser más. Allí se enteraron de la existencia del pueblo de Darién, al otro lado del golfo, cerca a las bocas del Atrato:
     La Cosa fue y lo hizo tomar por asalto. Todos estos hechos llevan a Fernández de Oviedo, quien recorrió la costa menos de 10 años después, a decir que gente como La Cosa, más bien que exploradores, eran "alteradores y destructores de la tierra, pues que su afán no era tanto de servir a Dios ni al Rey, como de robar". Después de tomar a Darién volvieron a Urabá, donde debieron encallar varios buques que hacían agua. Ocho a diez meses permanecieron más de 200 españoles en la costa, tratando de conseguir alimentos y oro.

     Finalmente lograron abandonar la costa y a La Española llegaron unos 40 hombres solamente. Existe información sobre un nuevo viaje de Alonso de Ojeda en 1505, pero ni su ruta, ni otros detalles se conocen. Entre esta fecha y 1509 no hay datos sobre nuevos viajes, pero no es probable que se haya suspendido la venida de buques españoles, en un momento en el que era factible capturar y vender los indios de la costa.
      El hecho de que en 1509 los indios hayan enfrentado los españoles con mucha aspereza sugiere que habían continuado en violento contacto con ellos. En todo caso, resulta muy probable que durante esta primera década del siglo XVI el territorio wayuu haya sido para los españoles esencialmente un sitio adecuado para realizar el intercambio entre las riquezas acumuladas por los indios y las mercaderías españolas y para aprovisionarse de esclavos para los establecimientos antillanos. Esta segunda modalidad debió de ser muy dañina para las comunidades de la costa, que recibieron de los europeos, según las palabras de Las Casas, "grandes males".
     Los indios respondieron con una actitud cada vez más hostil y lograron dar muerte a algunos españoles; el rey de España, Fernando el Católico, reafirmó entonces la política de guerra "a fuego y sangre" contra los indios de esta región, para castigar tan perversa gente que no se dejaba someter en paz.

Veamos ahora lo que escribe otro mercenario llegado también al territorio wayuu

Juan de Castellanos (AlanísSevilla9 de marzo de 1522 - † TunjaColombia27 de noviembre de 1607), poeta, cronista y sacerdote español. (…)
     Hijo de campesinos, ha siendo un niño abandonó el pueblo para irse a la ciudad, Sevilla, donde estudió las primeras letras bajo la tutela del bachiller Miguel de Heredia. Estudiará latín, gramática, preceptiva, poesía y oratoria en la Escuela de Estudios Generales en Sevilla. Muy joven, con diecisiete años y quizá sin el permiso familiar, marchó como soldado a América en compañía de su coterráneo Baltasar de León, hijo del gran soldado Juan de León; pero en San Juan de Puerto Rico empezó a ayudar al obispo de la isla y, fallecido este, estuvo en Santo Domingo, Aruba, Bonaire y Curaçao, dedicado a secuestrar indígenas para el comercio de esclavos.
  Su obra es Elegías de Varones Ilustres de Indias que con 113609 versos endecasílabos es uno de los poemas más largos en lengua española. "Elegías" está dividida en cuatro partes: la primera narra los comienzos de la Conquista y la Colonia; la segunda habla sobre Venezuela, el Cabo de la Vela y Santa Marta; la tercera, sobre Cartagena; la cuarta sobre la conquista de Bogotá y Tunja.
Pero leamos que dice de la gran nación wayuu…
RELACIÓN. La lengua, en general, es llana y castiza
rii las coias del Cabo de la Vela, y de los primeros pobladores dél, de la gran riqueza de pertas que alli se balla, con otras particularidades dignas de saberse:
EN UN SOLO CANTO.
Por tal orden babemos caminado
En la trama y urdiembre desta tela,
Que ya, bendito Dios, bemos tornado
A la costa del Caho de la Vela;
Donde para cumplir lo profesado
Hay bastante razon que me compela,
Como quien sabe bien aquel camino Y ba sido mucbo tiempo su vecino.
Puntas y promontorios señalados Se meten en la mar desta frontera,
Altura de la cual son doce grados,
Segun cuenta de gente marinera;
Vense los montes altos y nevados
Que Santa Marta tiene por cimera; Y el bermano mayor de los Colones
Fué quien primero vido sus ancones.
Al tiempo que venian navegando Y de la tierra con algun desvio,
Vieron aqueste caho blanqueando
Que parecia vela de navio;
Después que ya se fueron allegando
Al desengaño dél y su bajio, El Caho de la Vela se le puso
Por la similitud en aquel uso.
Es costa de cardones y de espinas,
Estéril y de secos arenales;
Gentes que por alli le son vecinas
En estremo son malas y bestiales,
A los cuales llamamos los cocinas
De quien bemos ya dicbo grandes males;
Hay copia de conejos y venados,
E ya gran mucbedumbre de ganados.
Porque la tierra dentro, buenos ratos,
Hay campos estendidos, grandes llanos,
Do mucbos tienen boy muy grandes batos,
Mayormente Miguel de Castellanos,
A quien de ricos tractos y contratos
La fortuna le dió llenas las manos;
Faltan ya para él indios de guerra, Y no le sirven mal los de la tierra.
Hicieron pues aqui sus vecindades Gente que de Cubagua procedia,
Competidos de las necesidades
Causadas por faltar la granjeria
De perias, de que grandes cuantidades
Un tiempo por aquella mar babia, Y acá se prometian copia barta
Por noticia de los de Santa Marta.
Es Diego de Paredes buen testigo,
Soldado del primer descubrimiento,
A quien conozco yo por gran amigo Y en Tunja tiene buen repartimiento;
El cual yendo á bacer cierto castigo
En los indios cocinas que ya cuento,
Vió de sartas de perias buena trama, Y desde entonces se tendió la fama.
Mas porque ciegamente no se mueva De Cubagua la dicba granjeria,
Pero Ruiz de Tapia gente lleva Y bizo cata donde se decia:Halló tan buena muestra, que la nueva
No pareció ser vana ni baldia;Y ansi la nueva Cáliz y sus bijos
Hicieron muy solemnes regocijos.
Crece placer y nacen nuevos brios
Con las nuevas que dan descubridores;
Apréstanse canoas y navios Y gran suma de indios pescadores,
Con todos los pertrecbos y atavios
Necesarios á nuevos pobladores;Y al olor de riquisimos bostiales
Salieron mucbas casas principales.
La del mariscal Diego, caballero,
La del jurado Joan de la Barrera,
Potentes en baciendas y en dinero,
Con otros mucbos que en aquella era
En tractos de caudal sano y entero
Corrian prosperisima carrera,
Tanto que los criados fueron amos
De mucbos bombres nobles que callamos.
Y la del tesorero Castellanos,
Ansimismo Bartolome Carreño,
De quien el alabanza de mis manos Y el mas alto loor será pequeño;
Pedro y Diego de Almonte, dos bermanos,
Ya poseidos del eterno sueño; Alonso la Barrera, Alonso Diaz,
De gran valor en estas compañias.
Un Alvaro Beltrán, varon muy dino
Del mas alto lugar en alabanza,
Diego Nufiez Beltrán, su buen sobrino,
De quien se bizo grande confianza,
Cuyas familias en aquel camino
Eran de crecidisima pujanza;
Un Martin Lopez, un Pedro de Cales,
Entramhos capitanes principales.
Con treinta y ocbo años tres quinientos
Corrian ya de la cristiana lumbre,
Cuando de los preciosos ornamentos
Tuvieron en Cubagua certidumbre, Y cuando muy alegres y contentos En busca dellos va gran mucbedumbre,
Con armas y pertrecbos necesarios
Para se defender de los contrarios.
Estiéndense las velas á los vientos Y el acuoso camino se despacba;
Llevólos donde lleva sus intentos La que las menos veces es sin tacba;
Saltan en tierra, bacen sus asientos
Entre el Caho y el rio de la Hacba;
A caballo y á pié gente de guerra
Se velan de los indios de la tierra.
Gran pueblo se trazó luego á la bora,
Partidos por buen orden los solares,
El nombre del cual fué Nuestra Señora
De los Remedios, por los que estos mares
Dieron , por ella ser intercesora,
A la gran devocion destos lugares,
Donde se descubrió tan gran riqueza
Que no puede medirse su grandeza.
Nombran alcaldes bombres de gran cuenu,
Segun el orden que antes se tenia,
Por tener en las partes do se asienta
Jurisdicion por si la granjeria, Y es de gobernador libre y exenta
Estando (donde quier que se desvia)
Subyectos al audiencia del distrito,
Con diez leguas ó mas de circuito,
Segun consta por cédulas reales,
Con otras eminencias que no junto.
Tiene también por si sus oflciales,
A cuyo cargo es el real quinto:
No cuento lo que dan estos bostiales,
Por ser inestricable laberinto;
Mas aquel tracto suele comunmente
Enriquecer gran número de gente.
Hallaba pues la indica cuadrilla
Muy pobladas de concbas las arenas,
Pues para proveer la redecilla
Cualquier placel les dá las manos llenas,
Peria comun, aljófar, cadenilla
De todas suertes y otras piezas buenas:
Hincben las arcas, crecen los contentos, Y con el gran caudal los pensamientos.
Luego la fama da pregones gratos,
CertiHcándolos con evidencia:
Auméntanse los tractos y contratos;
Acude de navios gran frecuencia;
Hay regocijos y apacibles ratos,
Gran amistad, amor, benevolencia:
Fueron en general estos vecinos
Refugio de los pobres peregrinos. (..)
      Cuanto sufrimiento y dolor infringido a nuestro pueblo, en nombre de la cruz y de un reino desconocido, de una lengua y religión ajena a nuestras creencias, para ellos no tenemos fe si no supersticiones,  no tenemos divinidad porque no tenemos alma, como será derechos, ni a la vida , si la tierra de nuestros ancestros hablaran, aun así nos fueron doblegando a través de nuestra candidez y ganando la ingenuidad de nuestras mujeres, logrando con ello ganarnos la batalla del sometimiento, pero no la guerra de la supervivencia, porque seguimos siendo los CIUDADANOS DE LA GRAN NACION WAYUU.


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