AIKAT>JUNAITRRU (alïjuna)
AIKAT>JUNAITRRU (alïjuna)
Los quiere hieren con sus disparos (aikat junaitrru) cuantas muertes hasta ahora desde aquella fatidica fecha del 12 de octubre de 1492. La gran nación wayuu no fue una excepción , y
los que sobrevivimos hasta la presente aun hoy seguimos soportando los
hirientes disparos del Ait>junatnairru (los que hieren y matan con sus
disparos)
FUI TESTIGO PRESENCIAL DE LA MASACRE DEL
12 DE OCTUBRE DE 1992
EN PARAGUAIPOA.
Es
la razón que me asiste a protestar, no
es ni zona indígena, ese término que nos endilgaron desde los años 1800, es la gran nación wayuu, lo único que leímos
en la prensa de aquel entonces, “Guajiros borrachos, irrespetaron, al
presidente, “ “muertos dos malandros, que no respetaron, la majestad del
presidente” , nadie del pueblo de Paraguaipoa a excepción de algunos heridos y
sus familiares se mostraron solidarios y un grupo de activistas de derechos
humanos de afuera a los cuales me uní, a
pesar de trabajar de manera solitaria.
Me dedique a elaborar una serie de obras
pictóricas, de gran formato, y en el marco de una caminata que se realizo desde
los Filuos hasta Paraguaipoa, que se denomino MARCHA POR LA VIDA, y una de las
consignas fue por los fallecidos, dos Jóvenes oriundos de Guarero , Nasser Palmar y Pedro González, abaleados por los esbirros del presidente Carlos Andrés
Pérez, por no parar en una alcabala de
la guardia presidencial, mientras el presidente Pérez daba un discurso, con
motivo de la inauguración del hospital de Paraguaipoa, la prensa reseño ese día,
“Guajiros asesinos atentaron contra el presidente,” la verdad eran dos jóvenes de
17 y de 20 años, manejando un camión 350, que no escucharon la voz de alto al
sobrepasar la alcabala, en una vía publica. En resumen el hospital llamado
binacional de Paraguaipoa fue bautizado en su inauguración con sangre y muerte
de su gente.
Empecé una gira con una exposición denominada
EXPOSICION BINACIONAL DE PINTORES WAYUU, pasando por Maracaibo y llegando hasta
Caracas, con una exposición en la sala
de muestras del Ministerio de Educación un 09 de Agosto del 1993, donde
hicimos saber de una verdad y una realidad que nadie quería decir de las
vejaciones de la Guardia Nacional, y el Ejercito, en contra de las “Camellas”
mujeres comerciantes de ropa comprada en Maicao, que luego se amarraban a la cintura, y con fajas
se apretaban para que la guardia no se la pudieran quitar.
Un gran numero de madres wayuu (150 según algunos colaboradores) fueron abaleadas
durante los gobiernos de turno, y durante el mandato de los gobernadores del Zulia, Urdaneta Besson, e Ismael Ordaz, los cazaban desde
helicópteros , eso fue alrededor de los años 80s, me acuerdo que un cura
llamado Francisco Babbini Carighi,
párroco de Guarero fue una de las voces solitarias en contra del maltrato y el asesinato de las mujeres, digo con
propiedad del caso esta anécdota, porque yo era un colaborador cercano al Padre
Francisco, como secretario personal y chofer, y conocí de muchos casos que el defendió
a pesar de las amenazas que recibíamos de la brigada que se denominaban “Los
sapos” o la 2da seccion de la Guardia nacional, que era una especie de grupo de exterminio y que fueron los que llevaban más
gente asesinada, entre ellos figuraba un wayuu que
renegaba de su cultura, del clan Atpushana, son los que mataban mas “camellas”, (mujeres wayuu comerciantes) mientras los políticos de turno en total
silencio.
Esa fue la razón que un día en las sabanas de la Candelaria,
Iirrutpana, casi nos hacen el volcar el viejo land Rovert (jeep) en donde nos desplazábamos
para la comunidad para asistir a unos enfermos y oficiar la misa, en la misma,
cuando nos persiguieron con el helicóptero posandose sobre carro con la intención
de volcarlo, lo que no sucedió porque nos metimos debajo de una matas de cují.
sucedio lo mismo en el 92, no era conveniente acusar al presidente Carlos Andrés Pérez,
todos tapaban con argumentos leguleyas, esa actuación asesina de la guardia
presidencial, y la DISIP, comandada por José “Mazuco” Sánchez, ( se les hace conocido
el nombre?..) Hay una foto del mismo
cargando una niña herida por las balas, haciéndose después el héroe,. Esa la
realidad que vivimos el pueblo wayuu, digo el pueblo porque el que tenga el
gentilicio de wayuu, se hace pueblo, aun sin que lo reconozca, como en efecto
escucho hoy día, ya sea por cargos políticos que tiene que mantener, o
simplemente de gente que se aprovechan para mal poner a su propia gente con la
simple finalidad de alinearse al lado de los poderosos, este comportamiento
propio de los mediocres o vividores para obtener dadivas o favores, sin el
menoscabo de un respeto hacía su dignidad humana.
Sino analicen los comentarios de los
Ait>junairüut (los que hieren con sus disparos, Alijuna) de la ciudad o los que llegan a la Guajira con la inconfesable
intención de aprovecharse y confundirse entre los naturales, perseguidos de otras partes o, desplazados de la guerra civil
que hay en Colombia, estos habitantes de la Guajira son los mas empecinados a que
toda siga igual, para que no se noten , sus actividades entre los wayuu, simulando
el contrabando entre el comercio formal, que hay en la Guajira utilizando la
buena disposición del wayuu para el trabajo, enrolándolo en el comercio ilegal
del narcotráfico, la sustracción de combustible, y víveres, para crear la
imagen negativa hacia el originario, mientras ellos se lavan las manos.
Es de conocimiento de todos que las fuerzas
militares (Guardia nacional) sus individuos de tropa desde tiempos de colonia
pasando desde el tiempo del federalismo, la dictadura y la llamada cuarta
república y ahora la V república, son los que obtienen un beneficio monetario
por el contrabando, que tratan de tener un discurso en contra del contrabando
de extracción es simple parafernalia, y disimulo.
En la Guajira desde un simple agente de tránsito
pasando la policía del estado y la científica, y en mayor numero la guardia
nacional y los agentes de la DEX o extranjería,
son los que se llevan la gran tajada en los puestos fronterizos, de
Paraguachon, desde cobros por dejar pasar extranjeros , los peajes de los carros
robados y el narcotráfico que transitan libremente después de pagar alcabalas y
peajes, pero quienes llevan la peor parte es la gente común y corriente, los que
transitan para comercializar sus animales, sus producto de campo sus carbones y
leñas, la compra semanal para los familiares de la alta Guajira.
Y aquí es donde nos detenemos, y empezamos a
vivir las vejaciones pero ahora otra vez después de más de 100 años; han
escuchado de hablar del Coronel Reyes? en el año 2012 pareciera
que hubiera una reencarnación del Coronel Reyes, que se llama Pedro Ravelo, un
General que se ufana de ser indígena, pero del dicho al hecho hay mucho trecho,
quiero decir en la práctica dista mucho de la ideología de defensa de soberanía
nacional, en hechos acontecidos el día 13 de mayo de 2012, día dedicada a las
madres, fueron abaleados en la comunidad de Wayaamülïisii, parroquia alta
Guajira, una abuela de 75 años y una joven de 15 años, luego frente al CDI de
Paraguaipoa, también fue abaleado delante de la multitud que protestaba en la vía,
un joven de 20 años, del mismo día,
todos estos hechos bajo la responsabilidad del comandante de la 13 brigada de
la guarnición de Paraguaipoa, a pesar de la historia reciente de las muertes de
las mujeres y madres wayuu comerciantes de mercancía adquiridas en Maicao, hoy
vemos que todavía algunos pobladores de la Guajira todavía son serviles a
supuestas leyes y autoridades, muy ajenas a las leyes consuetudinarias wayuu, obviando
que la cultura wayuu mantiene sus propias leyes y, estas personas,
lamentablemente se hacen cómplices o simplemente son vividores y hambreadores
de su propia gente, caen heridos delante de ellos, y lo que hacen es
saquearlos, o robarlos, la degradación moral es
general.
En el
estadio actual todo es politizado los hechos son confundidos en lo mismo, y
todos cierran filas en torno al culpable, en estos momentos los personeros
politiqueros, llamase consejos comunales, oficinas de gobierno, emisora
comunitaria, para defender al general Ravelo, nadie quiere hablar de los
muertos y los heridos, todos critican el cierre de vías, que a mi entender, también coarta la libre circulación
por el territorio nacional, que también es violatorio, al derecho ciudadano, en
fin esta es la realidad que se vive en la Guajira y los wayuu que desde hace miles
de años sufrimos por parte de los Ait>junairrüt (los que hieren con sus disparos) termino simplificado ahora como Alïjuna.
El cierre
de fronteras y el estado de excepcion constituye el climax de formalizar las vejaciones contra una población indefensa,
con puntos de control en las vias de circulacion, militarizando las vías principales, y olvidándose las vias alternas (trochas y caminos naturales) de la
frontera imaginaria entre la república Colombiana. Donde pululan narcotráfico salteadores,
guerrilla Colombiana y paramilitar, hoy en nombre de una supuesta revolucion, cierran la frontera y hay estado de excepcion y sin firmarlo ni siquiera se DECRETA PENA DE MUERTE EN LA GUAJIRA, eso si, sin decreto pero es lo que mas se cumple, mientras nuestras supuestas autoridades, inmutables aplaudiendo todo, falsas promesas electoreras van y vienen, sin agua los que viven en cinturones de miserias alrededor de la carretera, todo esto sucede despues de una burda campaña de discriminacion y racismo por medios impresos y televisivos contra el pueblo wayuu, acusandolo de contrabandistas y bachaqueros, termino acuñado por el mismo "gobierno bolivariano", en intento de manterse en el gobierno mientras sus personeros hacen fiestas en sus respectivos puestos burocraticos pero nadie va preso por los desfalcos cometidos, se pretende es acusar a la parte mas debil, la frontera la misma por nunca en tanto años se ocuparon solo para fines electoreros, La gran nacion wayuu, no es culpable de quede entre dos divisiones imaginarias, no vino ayer a radicarse aqui, cual ocupante invasor, al contrario nos invadieron nuestro territorio desde mas de 500 años, y no han cambiado sus tacticas desde aquel entonces, el engaño ese mismo engaño que nos acostumbraron desde aquella fecha, no fueran tan en vano nuestras luchas si en las de nuestros enemigos no estuvieran nuestros propios hermanos de aplaudidores con bozal de arepa, al ritmo que vamos nuestra cultura milenario wayuu, se extingue...
Todo
es conveniencia mientras fluya el contrabando los militares se hacen más ricos
con el peaje que cobran por cada camión que dejan pasar, una vez más como aquel
día aciago del 12 de octubre de 1992, les reitero mi compromiso de lucha por la
supervivencia ancestral y los conmino a volver los ojos hacia nuestra
cultura ancestral y no dejar que se desangren las venas de nuestra gran nación wayuu,
en la muerte de nuestra gente, a dejar a un lado nuestra indiferencia
al dolor ajeno.
“ Te miro y te alejas , bebes del agua
inmunda, que no traerán nada más que peste y dolor, me alejo y desaparezco, llevo en mi tu imagen grabada en mi mente, en
la criminal consecuencia de la impotencia”.
Walerru pattunaijalaa, Sumaitpaa wayuu, (Guarero Octubre de 2015)
Ahora
los invito a un estado regresivo atraves
de la lectura de LAS CRÓNICAS WAYUU, “EL
CORONEL REYES” Comentado
por el cronista wayuu Marcelo Moran.
LA ÚLTIMA GESTA WAYUU
MARCELO MORÁN
De
tantas historias que me contó mi tío José Antonio Polanco recuerdo una que me
llenó de estupor. Se refería a un hecho que no sé por qué razón no se le ha
dado la debida importancia en la historiografía zuliana, pues se constituyó
nada menos que en un acto de rebelión llevado a cabo por el pueblo wayuu a
mediados del siglo XX, en contra de un personaje siniestro, que sembró el
terror por cuanto paraje de la Guajira transitaba.
Ese
trágico episodio, vedado como referí antes para la historiografía zuliana aún
palpita en la memoria de los pocos viejos que hoy sobrepasan la gloriosa
barrera de los cien años como un mal recuerdo.
En
la segunda década del siglo XX, hace su aparición en la Guajira un oscuro
militar llamado Juan Bautista Reyes, que había sido designado por el gobierno
de Juan Vicente Gómez como jefe de fronteras. Una de las tareas que este
personaje nativo de Los Puertos de Altagracia debía ejecutar, era reducir el
contrabando y acabar con los excesos que venían cometiendo algunas
parcialidades wayuu en la zona en contra de sus propios coterráneos; situación
que logró controlar rápidamente a través de procedimientos cargados con todo
tipo crueldad, y que lejos de dejar una señal positiva, –como se esperaba–
terminó siendo una pesadilla para la población.
El esclavista
El
coronel Reyes en las primeras de cambio no sólo llegó a tener el control absoluto del contrabando en la zona, sino que
fue más allá, apoderándose y dirigiendo también el comercio de esclavos hacia
las haciendas del Sur del Lago, que le dio de la noche a la mañana el estatus
de hombre potentado, o quizás, uno de los más rico región.
Entre
tantas formas de ejercitar su barbarie se cuenta que en muchas ocasiones
llegaba al extremo de probar su puntería, valiéndose de un fusil Winchester con
cualquier wayuu que se encontrara en su camino o se divisaba apacible desde
cualquier bohío plantado en el horizonte de la península. Otras veces, cuando
no los mataba los colocaba en cepos (instrumentos de tortura que inmovilizaba a
sus víctimas desde el cuello, pies y
manos a través de maderos) para luego ser azotados. En su extenso catálogo de
castigo se cuenta también que mandaba a cavar a sus prisioneros profundos
huecos que se convertían luego en sus
propias tumbas después de ser
ajusticiados. Para él, el wayuu era un ser detestable que merecía morir
así, y calificaba con desprecio con el nombre de los temibles cocinas.
Mi
padre Pedro Eduardo Morán, me contó que en el año 1948, cuando se desempeñaba
como policía del estado Zulia presenció el hallazgo de decenas de osamentas
humanas que se mantenían ocultas en la arena luego de ejecutarse trabajos de remoción
para unir la vía de Paraguaipoa con Los Filúos. Todas correspondían a personas
desaparecidas en los tiempos de Reyes.
Situaciones
como las referidas fueron constantes a lo largo de varios años en casi toda la
Guajira hasta que llegó la gota que rebozó el vaso. En el segundo lustro de la
segunda década del siglo XX, Reyes da muerte a José “Josechón” Fernández, junto
a su amigo Elías Hernández: ganadero zuliano que se encontraba de visita como
solía hacerlo con miembros de esta conocida familia del clan Jayaliyú. Antes lo
había hecho en 1916 con el jefe del clan Apshana Rafael “el Maneto” González,
quien murió después de tres días de agonía producto de severos azotes en un
cepo.
Para
frenar esa ola de ejecuciones, representantes de la Guajira elevaron la
denuncia personalmente ante el despacho del general Gómez, quien, como muy
pocas veces, fue receptivo ante la demanda presentada. El Benemérito envió de
inmediato una comisión con la orden de aprehenderlo y llevarlo luego como
prisionero a la ciudad de Caracas.
Reyes
se encontraba en ese momento en el Teatro Baralt, disfrutando de una película
como todo gran señor citadino, cuando alguien de su entorno lo interrumpe para
ponerlo al corriente sobre la orden de captura que pesaba en su contra. Una vez
conocida la novedad, abandonó de manera presurosa la sala –pionera de la
filmografía nacional– para trasladarse a
un sector de Bella Vista, donde tenía una ostentosa vivienda para planificar su
escapada hacia su hacienda Los Limonsones, ubicada cerca de la población de
Carrasquero, a ochenta kilómetros al noroeste de Maracaibo, en el hoy municipio
Mara.
La hora menguada
Una
vez en su residencia se quita el uniforme militar, se corta el pelo casi al ras
y se afeita la barba (tipo candado) para pasar inadvertido y emprender sin
contratiempo su huida hacia su finca. Pese al cambio que trataba de disimular
en su fisonomía, y amparado en una falsa estampa de campesino no fue difícil
identificarlo cuando unos testigos lo vieron pasar en el mismo caballo y acompañado por los mismos dos subalternos de siempre a
través de una trocha llamada “La secreta”, que tomaba cuando un oscuro plan se
le venía entre manos.
Esta ruta que sólo era tomada por avezados
viajeros empezaba en el sector de Las
Peonías y pasaba por el sector de Tres Bocas, Las Parcelas de Mara hasta
desembocar en el poblado de El Sargento, convirtiéndose en una suerte de atajo
que ahorraba casi medio día de viaje para llegar a la población de Carrasquero.
Por
el largo sendero que lo llevaba a su refugio el coronel iba aparentemente
tranquilo. Su rostro, sus gestos reflejaban una gran impavidez. Pero su mente
era todo lo contrario: era una máquina que giraba a gran revolución para tratar de ensamblar un plan.
Tal
como lo había calculado, llegó poco antes de la medianoche a su posesión
bastante cansado y recibido por un frenético ladrar de perros. De una vez se
instaló en una hamaca para retomar con calma el tema por la que había venido de
manera forzada a su finca, pero el sueño lo venció.
Su
plan consistía en aplastar cuanto antes el movimiento que se gestaba en la
Guajira en su contra y que utilizaría como pretexto para salvarse;
justificándolo como una sublevación armada
en contra el gobierno de Gómez. Pero ya era demasiado tarde para hacer
conjeturas y elaborar estrategias, pues a muy pocos metros: en la otra ribera
del Limón había un cinturón de quinientos wayuu, armados con mausers,
winchesters, arcos y flechas y una sed de venganza puesta a toda prueba contra
los embates de los zancudos, serpientes y otras alimañas que identifican ese
intrincado lugar del río Limón.
El final no esperado
Ocurrió
con la llegada del alba. El coronel fue el primero en levantarse como era su
costumbre. Tomó una totuma con agua para despabilarse el rostro mientras que a
cierta distancia, desde un tranquero con alambres de púas, lo observaba impasible el franco tirador
conocido como Juan Koyoa (sobrino de Josechon Fernández) quien conocía sus
gestos, su complexión a pesar del amparo que aún ofrecía la madrugada. Así lo
examinó durante varios segundos, hasta tener la certeza de accionar el fusil.
El disparo fue certero, pues logró derribar de muerte al coronel, sin embargo,
aún desde el suelo trató de repeler la agresión. Pero en instantes, un aluvión
de guerreros desbordó por completo el patio de la casona arrasando con los
soñolientos soldados que salían presa de la confusión y el desespero, con
excepción de uno, quien se había levantado al mismo tiempo que el coronel para orinar
al traspatio y tuvo tiempo de huir entre las plantaciones para desembocar a
otro tramo del rio, donde permaneció sumergido hasta el anochecer, respirando
de manera forzada a través de un trozo de una caña de carrizo. Era Rafael el Loco Morales, quien le contaría
tiempo después a mi tío la forma en que sobrevivió dos veces aquel día. La
primera, a la vorágine de los wayuu y la segunda, a ser devorado por un caimán,
ya que sin querer, se había escondido en la entrada de la cueva del temible
saurio quien la había abandonado unos minutos antes tras el fragor que dejó el
paso de cientos de guerreros hacia la otra ribera en busca del objetivo:
aniquilar al coronel.
Rafael
el Loco Morales, vivía en el pueblo
de Los Manantiales, a diez kilómetros al oeste de Carrasquero y había sido
reclutado en 1920 para formar parte de la tropa del coronel Reyes. En un viaje
que hice en compañía de otros familiares en 1973, tuve la dicha de conocerlo,
cuando ya remontaba la barrera de los ochenta años, y a pesar de que yo era un
adolescente para esa época aún recuerdo su fisonomía: era un hombre blanco, de
baja estatura, de pelo encanecido, cejas pobladas y ojos muy azules; rasgos que
podían confundirlo fácilmente con una persona de origen caucásica.
Todo
fue devastado en Los Limonsones. Los iracundos wayuu descargaron su fiereza,
saltando a otras propiedades aledañas al río, creyendo que el coronel había
logrado escapar en el tumulto. Porque entre la cantidad de muertos que quedaron
esparcidos en tan corto tiempo por el patio de la casona no había ninguno que
tuviere su habitual característica. Éste como todo hombre de guerra, y teniendo
la convicción de que no iba a morir tras el certero disparo de Koyoa, dispersó
su sangre por el rostro a fin de confundir a sus enemigos. Pero
tres
meses después de su muerte todavía se veían pasar por las orillas del Limón
muchos wayuu arreando ganado rumbo a la Guajira. Otros productores de zonas más
distantes como Cachiri, huyeron despavoridos dejando sus propiedades a merced
de los invasores, recalando días después por el sector de La Rosita, luego de
recorrer a pie una distancia superior a los cien kilómetros. Y se cuenta que en
esa aparatosa marcha algunos se enredaron con alambres de púas –y presa de los
nervios- llegaron a implorar con desespero la frase: “Soltame Chiquitín”,
creyendo que los retenía uno de los más temibles cabecillas de la rebelión,
conocido como Rafael Chiquitín
González, del clan Jusayú e hijo del malogrado Maneto.
Los
cadáveres fueron recogidos y trasladados en balsas y luego en carretas a
Sinamaica donde se contaron por decenas; siendo colocados frente a la plaza
Bolívar para la respectiva identificación. La mayoría de los soldados fueron
reconocidos, pero no había señales del coronel. Muchos aseguraron que tenía que
estar allí, pues del pelotón que tenía en su finca sólo faltaba un soldado y
ese era Rafael el Loco Morales.
La justicia wayuu
Karrouya
no había vivido una conmoción igual desde la batalla de Kaimaalü, cuando el
Cachimbo González (predecesor de Reyes) derrotara en 1886 a su compadre el jefe
kusina Juuweechipalä.
Uno
de los curiosos presentes en el lugar de reconocimiento aseguraba que sólo
había una forma de identificar el cadáver del coronel. Y esa manera de probarlo
era: buscar entre los muertos a quien tuviere las uñas de los dedos índice y
medio completamente amarillas, producto de la nicotina. Pues al coronel se le
conocía su adicción al cigarro como ningún otro
fumador.
Buscaron entre los cadáveres y hallaron las
características sugeridas por el testigo.
El
rostro del coronel estaba irreconocible por efecto de la sangre coagulada que
el mismo había esparcido antes de morir, así como el corte bajo en su pelo, y
su barba bien rasurada que desconcertó a cuantos lo conocieron.
Después
del reconocimiento fue sepultado en el cementerio del poblado sin protocolo y
sin honores militares. Pero allí no terminó todo para los restos del
infortunado coronel. Cuando se corrió el rumor de que se había identificado el
cuerpo, irrumpió en el sepulcro un jefe clanil llamado Tomás Silva, a quien
Reyes le había asesinado una hermana por resistirse a sus caprichos sexuales.
Silva abrió la tumba y degolló el
cadáver, luego de completar ese acto, amarró la cabeza a la cola de su caballo,
siendo arrastrada por la calle principal de Karrouya rumbo al este, donde lo
aguardaba una entusiasta concentración.
La
cabeza del coronel fue colocada en un improvisado pedestal para ser usada como
blanco para que los deudos de los centenares de wayuu asesinados y
desaparecidos probaran sus punterías y saciaran su hambre de venganza.
Así
terminaron los días del coronel Reyes, quien se equivocó con un pueblo que a lo
largo de más de cuatro siglos, resistió y no pudo ser doblegado por las feroces
espadas de los conquistadores, ni ahora ni siquiera por el acecho de la
transculturización.
Así
me lo contó mi tío, quien veinte años más tarde, en 1941, contando apenas con
dieciséis años de edad reconstruyó la última ruta del coronel Reyes acompañado en esa ocasión de su abuelo
materno Virgilio Polanco, quien conocía de sobra esos caminos, puesto que era
comerciante de ganado y más de una vez se encontró con la tropa del coronel
siempre dispuesta a capturar wayuu para los fines más inconfesables.
Mi
tío José Antonio Polanco, analizó y comparó los testimonios de los
participantes en la que se encontraban muchos familiares, así como versiones de
vecinos y de aquellos que pudieron sobrevivir a la vorágine de 1921, como
Rafael el Loco Morales para rescatar
a la memoria de nuestra tierra esta historia que permanecía escondida sobre la
última gesta del pueblo wayuu.
TITULO: los sacrificados del 12 de octubre
TECNICA. Oleo sobre tela
MEDIDAS: 1,00 X 80,00 ctms.
AÑO: 1992
AUTOR: Lenin Alfonzowww.leninalfonzosimplesite.com
Felicitaciones, Lenín por esta crónica y sobre todo por la extraordinaria composición gráfica que la acompaña, donde quedó plasmada para la posteridad esa interpretación que le diste a aquel inolvidable atropello de 1992.
ResponderEliminarTu hermano, Marcelo
excelente analisis sobre los hechos de atropello contra nuestra nacion wayuu q ha resistido con su espiritu de lucha incansable heredado de nuestros ancestros prf lenin ilustre defensor de los derechos wayuu docente walber beltran
ResponderEliminarEs muy oportuno que hayan portales como este para difundir la cultura wayuu y exhaltar la identidad zuliana. A buena hora. Felicitaciones lenin y marcelo por esta gran entrega.
ResponderEliminarRafael Velasquez,
Maracaibo
AIKAT>JUNAITRRU (alïjuna)
ResponderEliminarLos quiere hieren con sus disparos (aikat junaitrru) cuantas muertes hasta ahora desde aquel fatidico fecha del 12 de octubre de 1492. La gran nación wayuu no fue una excepción , y los que sobrevivimos hasta la presente aun hoy seguimos soportando los hirientes disparos del Ait>junatnairru (los que hieren y matan con sus disparos)