¡OTRA VEZ EL CORONEL REYES..¡?



¡OTRA VEZ EL CORONEL REYES..¡? 




AINT-JUNAINRRÜT (LOS QUE HIEREN, LOS QUE MATAN) más tarde wayuunizado Alït-junaa.

La injusticia sigue reinando en la Guajira el dolor de una madre y de una familia el dolor que deberíamos de acompañar todos si fuéramos solidarios, las injusticias  siguen y los ajusticionamientos en manos de individuos del ejercito no es nuevo ni tampoco va ser el último, porque...? por la misma indiferencia que tenemos, si salimos a opinar y alzar nuestra voz de protesta, nuestros propios hermanos nos censuran.
se dice que la máxima autoridad es el Alcalde del Municipio, creo que es la mínima autoridad ahora con el Distrito militar N° 1 la Guajira, se haga o se diga lo que sea, no  hace mella a las órdenes militares, nosotros en este caso el pueblo wayuu, para ellos simplemente somos  contrabandistas (Bachaqueros), por mucho que digan los “politiqueros” de oficio llamase concejales personeros de las distintas instituciones del gobierno, cuando nos dicen que tenemos patria, se equivocan tenemos es MATRÍA, cuando a viva voz nos dicen que tenemos LEY DE PUEBLOS INDIGENAS, porque no se lo dicen al comandante de la 13 brigada y al Distrito militar N° 1 Guajira..? Es que acaso necesitamos tener leyes escritas que ni siquiera ellos leen, y ni les dan cumplimiento..? Acaso basta con decir tenemos ley..? el pueblo wayuu tiene sus leyes consuetudinarias escritas en  su mapa genético, y se lo saben sin necesidad de leer ni escribir,  desde que llegaron los Aint-junairrut (Alijuna) hace mas de 500 años a la península de la Washirrüu, (tierra de riquezas) castellanizado (Goashira-goajira en catalán) Washirrüu Washir- (señor-rico) termino que viene del pueblo Taino precursor del pueblo wayuu,. Cuántas muertes y cuanto dolor nos causaron y nos causan, Aitsü-aitsúmaint, (dolor-nos causa dolor) Süjunaint, (sus disparos) Aitka-junaint- (alïi-juna).
Sus disparos como hace 500 años aquella vez con arcabuzes (El arcabuz es una antigua arma de fuego de avancarga, antecesor del mosquete. Su uso estuvo extendido en la infantería europea de los siglos XV al XVII. A pesar de su longitud, el disparo era de corto alcance (apenas unos 50 metros efectivos), pero letal; a esa distancia podía perforar armaduras. Era fácil de manejar y desplazó rápidamente el uso de la ballesta, que desapareció a mediados del siglo XVI. Si se comparan sus prestaciones en combate con los arcos y ballestas, era impreciso y de menor alcance, pero más poderoso, intimidador, y requería mucha menos destreza para manejarlo con eficacia. Aunque el empleo del arcabuz estaba difundido antes de la invención del mosquete (su evolución), fue contemporáneo y rival en uso de esa segunda arma, la cual le desplazó lentamente, desapareciendo casi por completo en el siglo XVII).
Seguramente después en años posteriores el pueblo wayuu soporto en su humanidad los disparos de los fusiles Baker durante los años 1800. (El fusil Baker conocido oficialmente como Fusil de Infantería), fue un fusil de chispa de ánima estriada utilizado por los regimientos de fusileros del ejército británico durante las guerras Napoleónicas. Fue el primer fusil estándar británico empleado por las fuerzas armadas británicas.
El Baker fue producido por primera vez en 1800 por Ezekiel Baker, un maestro armero de Whitechapel. El Ejército británico lo empleó hasta finales de la década de 1830.)
Luego probaron en carne propia las balas de los Máuseres. (Fusil español Máuser 7 mm. M1893 y sucesivos. En 1893 se declaró al fusil Máuser español de 7 mm. Reglamentario en las Fuerzas Armadas y de Seguridad, aunque se tardaron años en suministrarlo. Se trataba de una de las mejores armas de su clase, y varios países adquirieron el modelo español. Se fabricaron otras variantes: Mosquetón, más pequeño, con distinto punto de mira y manilla del cerrojo curva, se le denominó Mosquetón 1916, y carabina, una tercerola para caballería modelo 1895. El modelo 93 armó la primera bayoneta de cuchillo sujeta a la caja que se utilizó en España.) Y por su puesto en Venezuela.
Más tarde los disparos provenían del Fal (Fusil FN FAL
siglas en francés de Fusil Automatique Léger (Fusil Automático Ligero) es un fusil de asalto calibre 7,62 x 51 OTAN, de carga y disparo automático, de fuego selectivo, diseñado por la industria de armamentos belga Fabrique Nationale de Herstal (FN) a fines de los años 40 y producido desde principios de los cincuenta hasta la actualidad.
Ahora nos matan (en tiempos de revolución) con los fusiles AK- (Fusil AK-103
El AK-103 es un fusil de asalto, la nueva versión del AK-47 ruso. Actualmente es fabricado en Rusia y en Venezuela. Tiene el mismo calibre del anterior (7,62 x 39 mm) y surgió como respuesta al calibre 5,45 x 39 milímetros (de bajo impacto) del AK-74 del cual tomó el compensador alargado que tiene en la boca del cañón; los cargadores de aluminio y plástico del AK-47 y el AKM rusos, encajan en dicha arma al igual que el Tipo 56 chino y el Rk-62 finlandés.).
     Si hay un pueblo en el mundo que ha soportado en carne propia los disparos (Süjunait) de los Aint-Junainrrü (los que hieren-los que matan con sus disparos), es el pueblo wayuu, los toca a los supuestos defensores de los derechos Humanos (“defensores del puesto”), enumerar los nombres y números de los que se tenga memoria de las víctimas,  el ejercito es el único enemigo de los wayuu que no respeta  la vida de mujeres  niños (as) y ancianos(as), para ellos todos somos por igual, a pesar de que son hoy en día nuestros hijos, nietos, sobrinos(as) los que sirven de perros de caza como soldados(as), hasta cuando seguirán utilizando, nuestras mujeres, nuestros hijos, nuestra gente en contra de nosotros mismos..?
A comienzo de los años 1900-20 así lograron a su causa a los hijos de los segundos colonos de la Guajira y luego los traicionaron acusándolos de contrabandear  y vender  como esclavos a sus propios hermanos hacia  la costa oriental, cuando en realidad los tenían como socio de ese despreciable “Bachaqueo de seres humanos” hoy nos siguen vendiendo cuando hacen listados fantasmas que para solicitar viviendas, becas entre otros, pero igual nos siguen vendiendo, les aprueban recursos y se quedan con el dinero mientras el pueblo wayuu mantienen viva sus esperanzas igual como esperan las lluvias, porque sin agua no hay cría de ovinos, y sin ovejos no hay friche ni ovejo asado ni en coco.
     En los tiempos del Coronel Juan Bautista Reyes (el mismo se hacía llamar El terror de la Guajira),entonces Jefe de Fronteras quien mando preso a sus socios de bachaqueo de humano, la misma gente hijos de los segundos colonos wayuu mestizos cayeron en los manejos perversos de los Aint-junairrü de proveerlos del recursos para contrabandear  vendiendo a sus propios hermanos llenos e necesidades y luchando por sobrevivir bajan desde Wüinpümüin hacia las serranías de Kocinajain cercanía de lo que se llama ahora Castilletes donde los segundos colonos a mediados de los años 1800 a 1930 tiene pueblo y villorio e iglesia, tiendas de vivieres lo cual hacen trueque con carne cecina lo cual pagaban con especies, y a los hombres le daban ron ligado con opio, para que no se levanten de la borrachera, y así tomaban sus mujeres e hijas que por vergüenza callaban, y así nació el mestizaje a la fuerza, de esta mezcla de genes nacen los que más tarde con apellidos muy conocidos serian los socios de los jefes de fronteras 50 o más años, mas tarde este fue el caso del coronel Reyes, juzguen mis hermanos si no es el coronel Reyes otra vez, hoy con otro nombre en el mismo sitio el mismo cuartel que fundó junto el Cachimbo González en 1880, con otro tipo de fusil más potente más ligero, mas mortal para asombro bajo nuestra mirada y conciencia indiferente.
Voy a recopilar una vez la ULTIMA GESTA escrito de mi hermano y compañero de viaje intelectual Marcelo Morán wayuu Aatpüshana de Walerrü (Guarero).

LA ÚLTIMA GESTA WAYUU

MARCELO MORÁN (Cronista)


“De tantas historias que me contó mi tío José Antonio Polanco recuerdo una que me llenó de estupor. Se refería a un hecho que no sé por qué razón no se le ha dado la debida importancia en la historiografía zuliana, pues se constituyó nada menos que en un acto de rebelión llevado a cabo por el pueblo wayuu a mediados del siglo XX, en contra de un personaje siniestro, que sembró el terror por cuanto paraje de la Guajira transitaba.
Ese trágico episodio, vedado como referí antes para la historiografía zuliana aún palpita en la memoria de los pocos viejos que hoy sobrepasan la gloriosa barrera de los cien años como un mal recuerdo.
En la segunda década del siglo XX, hace su aparición en la Guajira un oscuro militar llamado Juan Bautista Reyes, que había sido designado por el gobierno de Juan Vicente Gómez como jefe de fronteras. Una de las tareas que este personaje nativo de Los Puertos de Altagracia debía ejecutar, era reducir el contrabando y acabar con los excesos que venían cometiendo algunas parcialidades wayuu en la zona en contra de sus propios coterráneos; situación que logró controlar rápidamente a través de procedimientos cargados con todo tipo crueldad, y que lejos de dejar una señal positiva, –como se esperaba– terminó siendo una pesadilla para la población. 

El esclavista

El coronel Reyes en las primeras de cambio no sólo llegó a tener el control  absoluto del contrabando en la zona, sino que fue más allá, apoderándose y dirigiendo también el comercio de esclavos hacia las haciendas del Sur del Lago, que le dio de la noche a la mañana el estatus de hombre potentado, o quizás, uno de los más rico región.
Entre tantas formas de ejercitar su barbarie se cuenta que en muchas ocasiones llegaba al extremo de probar su puntería, valiéndose de un fusil Winchester con cualquier wayuu que se encontrara en su camino o se divisaba apacible desde cualquier bohío plantado en el horizonte de la península. Otras veces, cuando no los mataba los colocaba en cepos (instrumentos de tortura que inmovilizaba a sus  víctimas desde el cuello, pies y manos a través de maderos) para luego ser azotados. En su extenso catálogo de castigo se cuenta también que mandaba a cavar a sus prisioneros profundos huecos que se convertían luego en  sus propias tumbas después de ser  ajusticiados. Para él, el wayuu era un ser detestable que merecía morir así, y calificaba con desprecio con el nombre de los temibles cocinas.
Mi padre Pedro Eduardo Morán, me contó que en el año 1948, cuando se desempeñaba como policía del estado Zulia presenció el hallazgo de decenas de osamentas humanas que se mantenían ocultas en la arena luego de ejecutarse trabajos de remoción para unir la vía de Paraguaipoa con Los Filúos. Todas correspondían a personas desaparecidas en los tiempos de Reyes.

El Autor comentando la ultima gesta con Bartolo Fernandez nieto de Juan Coyoa

Situaciones como las referidas fueron constantes a lo largo de varios años en casi toda la Guajira hasta que llegó la gota que rebozó el vaso. En el segundo lustro de la segunda década del siglo XX, Reyes da muerte a José “Josechón” Fernández, junto a su amigo Elías Hernández: ganadero zuliano que se encontraba de visita como solía hacerlo con miembros de esta conocida familia del clan Jayaliyú. Antes lo había hecho en 1916 con el jefe del clan Apshana Rafael “el Maneto” González, quien murió después de tres días de agonía producto de severos azotes en un cepo.
Para frenar esa ola de ejecuciones, representantes de la Guajira elevaron la denuncia personalmente ante el despacho del general Gómez, quien, como muy pocas veces, fue receptivo ante la demanda presentada. El Benemérito envió de inmediato una comisión con la orden de aprehenderlo y llevarlo luego como prisionero a la ciudad de Caracas.
Reyes se encontraba en ese momento en el Teatro Baralt, disfrutando de una película como todo gran señor citadino, cuando alguien de su entorno lo interrumpe para ponerlo al corriente sobre la orden de captura que pesaba en su contra. Una vez conocida la novedad, abandonó de manera presurosa la sala –pionera de la filmografía nacional–  para trasladarse a un sector de Bella Vista, donde tenía una ostentosa vivienda para planificar su escapada hacia su hacienda Los Limonsones, ubicada cerca de la población de Carrasquero, a ochenta kilómetros al noroeste de Maracaibo, en el hoy municipio Mara.

La hora menguada

Una vez en su residencia se quita el uniforme militar, se corta el pelo casi al ras y se afeita la barba (tipo candado) para pasar inadvertido y emprender sin contratiempo su huida hacia su finca. Pese al cambio que trataba de disimular en su fisonomía, y amparado en una falsa estampa de campesino no fue difícil identificarlo cuando unos testigos lo vieron pasar en el mismo caballo y acompañado  por los mismos dos subalternos de siempre a través de una trocha llamada “La secreta”, que tomaba cuando un oscuro plan se le venía entre manos.
 Esta ruta que sólo era tomada por avezados viajeros  empezaba en el sector de Las Peonías y pasaba por el sector de Tres Bocas, Las Parcelas de Mara hasta desembocar en el poblado de El Sargento, convirtiéndose en una suerte de atajo que ahorraba casi medio día de viaje para llegar a la población de Carrasquero.
Por el largo sendero que lo llevaba a su refugio el coronel iba aparentemente tranquilo. Su rostro, sus gestos reflejaban una gran impavidez. Pero su mente era todo lo contrario: era una máquina que giraba a gran revolución  para tratar de ensamblar un plan.
Tal como lo había calculado, llegó poco antes de la medianoche a su posesión bastante cansado y recibido por un frenético ladrar de perros. De una vez se instaló en una hamaca para retomar con calma el tema por la que había venido de manera forzada a su finca, pero el sueño lo venció.
Su plan consistía en aplastar cuanto antes el movimiento que se gestaba en la Guajira en su contra y que utilizaría como pretexto para salvarse; justificándolo como una sublevación armada  en contra el gobierno de Gómez. Pero ya era demasiado tarde para hacer conjeturas y elaborar estrategias, pues a muy pocos metros: en la otra ribera del Limón había un cinturón de quinientos wayuu, armados con mausers, winchesters, arcos y flechas y una sed de venganza puesta a toda prueba contra los embates de los zancudos, serpientes y otras alimañas que identifican ese intrincado lugar del río Limón.


con mi progenitor Antonio Fernández Wüliiana¨ (Jimenez), nieto de Antonio Jimenez uno de los lugartenientes del coronel Reyes, concidiendo con lo relatado en la ultima gesta, lo contado por su tio José de la Rosa Fernández "Torito"

El final no esperado

Ocurrió con la llegada del alba. El coronel fue el primero en levantarse como era su costumbre. Tomó una totuma con agua para despabilarse el rostro mientras que a cierta distancia, desde un tranquero con alambres de púas,  lo observaba impasible el franco tirador conocido como Juan Koyoa (sobrino de Josechon Fernández) quien conocía sus gestos, su complexión a pesar del amparo que aún ofrecía la madrugada. Así lo examinó durante varios segundos, hasta tener la certeza de accionar el fusil. El disparo fue certero, pues logró derribar de muerte al coronel, sin embargo, aún desde el suelo trató de repeler la agresión. Pero en instantes, un aluvión de guerreros desbordó por completo el patio de la casona arrasando con los soñolientos soldados que salían presa de la confusión y el desespero, con excepción de uno, quien se había levantado al mismo tiempo que el coronel para orinar al traspatio y tuvo tiempo de huir entre las plantaciones para desembocar a otro tramo del rio, donde permaneció sumergido hasta el anochecer, respirando de manera forzada a través de un trozo de una caña de carrizo. Era Rafael el Loco Morales, quien le contaría tiempo después a mi tío la forma en que sobrevivió dos veces aquel día. La primera, a la vorágine de los wayuu y la segunda, a ser devorado por un caimán, ya que sin querer, se había escondido en la entrada de la cueva del temible saurio quien la había abandonado unos minutos antes tras el fragor que dejó el paso de cientos de guerreros hacia la otra ribera en busca del objetivo: aniquilar al coronel.
Rafael el Loco Morales, vivía en el pueblo de Los Manantiales, a diez kilómetros al oeste de Carrasquero y había sido reclutado en 1920 para formar parte de la tropa del coronel Reyes. En un viaje que hice en compañía de otros familiares en 1973, tuve la dicha de conocerlo, cuando ya remontaba la barrera de los ochenta años, y a pesar de que yo era un adolescente para esa época aún recuerdo su fisonomía: era un hombre blanco, de baja estatura, de pelo encanecido, cejas pobladas y ojos muy azules; rasgos que podían confundirlo fácilmente con una persona de origen caucásica.
Todo fue devastado en Los Limonsones. Los iracundos wayuu descargaron su fiereza, saltando a otras propiedades aledañas al río, creyendo que el coronel había logrado escapar en el tumulto. Porque entre la cantidad de muertos que quedaron esparcidos en tan corto tiempo por el patio de la casona no había ninguno que tuviere su habitual característica. Éste como todo hombre de guerra, y teniendo la convicción de que no iba a morir tras el certero disparo de Koyoa, dispersó su sangre por el rostro a fin de confundir a sus enemigos. Pero
tres meses después de su muerte todavía se veían pasar por las orillas del Limón muchos wayuu arreando ganado rumbo a la Guajira. Otros productores de zonas más distantes como Cachiri, huyeron despavoridos dejando sus propiedades a merced de los invasores, recalando días después por el sector de La Rosita, luego de recorrer a pie una distancia superior a los cien kilómetros. Y se cuenta que en esa aparatosa marcha algunos se enredaron con alambres de púas –y presa de los nervios- llegaron a implorar con desespero la frase: “Soltame Chiquitín”, creyendo que los retenía uno de los más temibles cabecillas de la rebelión, conocido como Rafael Chiquitín González, del clan Jusayú e hijo del malogrado Maneto.
Los cadáveres fueron recogidos y trasladados en balsas y luego en carretas a Sinamaica donde se contaron por decenas; siendo colocados frente a la plaza Bolívar para la respectiva identificación. La mayoría de los soldados fueron reconocidos, pero no había señales del coronel. Muchos aseguraron que tenía que estar allí, pues del pelotón que tenía en su finca sólo faltaba un soldado y ese era Rafael el Loco Morales.

La justicia wayuu

Karrouya no había vivido una conmoción igual desde la batalla de Kaimaalü, cuando el Cachimbo González (predecesor de Reyes) derrotara en 1886 a su compadre el jefe kusina Juuweechipalä.
Uno de los curiosos presentes en el lugar de reconocimiento aseguraba que sólo había una forma de identificar el cadáver del coronel. Y esa manera de probarlo era: buscar entre los muertos a quien tuviere las uñas de los dedos índice y medio completamente amarillas, producto de la nicotina. Pues al coronel se le conocía su adicción al cigarro como ningún otro  fumador.
 Buscaron entre los cadáveres y hallaron las características sugeridas por el testigo.
El rostro del coronel estaba irreconocible por efecto de la sangre coagulada que el mismo había esparcido antes de morir, así como el corte bajo en su pelo, y su barba bien rasurada que desconcertó a cuantos lo conocieron.
Después del reconocimiento fue sepultado en el cementerio del poblado sin protocolo y sin honores militares. Pero allí no terminó todo para los restos del infortunado coronel. Cuando se corrió el rumor de que se había identificado el cuerpo, irrumpió en el sepulcro un jefe clanil llamado Tomás Silva, a quien Reyes le había asesinado una hermana por resistirse a sus caprichos sexuales. Silva abrió la tumba  y degolló el cadáver, luego de completar ese acto, amarró la cabeza a la cola de su caballo, siendo arrastrada por la calle principal de Karrouya rumbo al este, donde lo aguardaba una entusiasta concentración.
La cabeza del coronel fue colocada en un improvisado pedestal para ser usada como blanco para que los deudos de los centenares de wayuu asesinados y desaparecidos probaran sus punterías y saciaran su hambre de venganza.
Así terminaron los días del coronel Reyes, quien se equivocó con un pueblo que a lo largo de más de cuatro siglos, resistió y no pudo ser doblegado por las feroces espadas de los conquistadores, ni ahora ni siquiera por el acecho de la transculturización.
Así me lo contó mi tío, quien veinte años más tarde, en 1941, contando apenas con dieciséis años de edad reconstruyó la última ruta del coronel Reyes  acompañado en esa ocasión de su abuelo materno Virgilio Polanco, quien conocía de sobra esos caminos, puesto que era comerciante de ganado y más de una vez se encontró con la tropa del coronel siempre dispuesta a capturar wayuu para los fines más inconfesables.
Mi tío José Antonio Polanco, analizó y comparó los testimonios de los participantes en la que se encontraban muchos familiares, así como versiones de vecinos y de aquellos que pudieron sobrevivir a la vorágine de 1921, como Rafael el Loco Morales para rescatar a la memoria de nuestra tierra esta historia que permanecía escondida sobre la última gesta del pueblo wayuu.”
Tú eres wayuu, habla en wayuunaiki. Tú eres wayuu, sigue costumbres wayuu. Tú eres wayuu, tu tierra es tierra wayuu. No puedes negar que eres así porque en tu cara misma se ve lo que eres.
De ninguna manera puedes cambiar. Ni tu sangre, ni tu cielo, ni tu pueblo. Aunque tengas los disfraces más extraños y quieras cambiar de imagen por mucho que quieras ocultar lo más oculto / Siempre sigues siendo wayuu todo el tiempo…”Viajeros por excelencia que remontan los confines cual si fuesen émulos del viento y de la nubes en marcha errante por el mundo. ¿En qué rincón de la gran nación wayuu no ha penetrado nuestra andanza semi / nómada?” “¡Ah! Somos sedentarios nómadas, una misma sangre moviliza nuestro empuje, una tierra, sin fronteras nos enlaza un misma costumbre nos congrega. Y con este caudal de proyecciones, somos solidarios hasta en la adversidad que nos aflige”.
Ramón Paz Iipuana, Ciudadano de la gran nación wayuu, por siempre....
Walerrü Sümainpaa Wayuu, Iwoutlüu (Guarero Junio de 2014)
Lenin Alfonzo, Ciudadano de la Gran Nación wayuu











 

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